miércoles, 10 de agosto de 2011

la apertura roteña

Introducción y dudas.

Tras las primeras oleadas, el movimiento popular del 15M empieza a padecer lo que podría denominarse su primera crisis de crecimiento. Desde aquel principio en que se definieron con claridad las líneas maestras de esta verdadera alternativa al sistema, hemos hecho tanto camino que parece mentira que el plazo para recorrerlo haya sido tan solo de treinta días, aunque sea algo reconocido que, en la Historia, los saltos cualitativos duran lo que un relámpago. Que eso ha sido el movimiento, un rotundo y cegador relámpago que ha alcanzado a iluminar, en un instante, el mundo de los oprimidos, que es lo mismo que decir el mundo entero.

Siempre quedó claro que buena parte de las esencias del movimiento de los indignados se definían "a la contra", mediante el rechazo tanto de los conceptos tradicionales de izquierda y derecha como de las organizaciones alineadas desde dichos conceptos: los partidos políticos y los sindicatos, básicamente. Ni somos ni seremos nunca un partido político, afirmamos entonces y lo seguimos recordando ahora a quienes nos escuchan. El desarrollo del sistema asambleario, al que hemos dotado de metodologías y formas nuevas que garantizan la exquisita horizontalidad en la toma de decisiones, nos ha enseñado que éste y no otro es el camino del nuevo tipo de democracia real por el que luchamos. Así hemos hecho las cosas y así han de seguir siendo. Esta es la fuerza real de los indignados del 15M.

El trabajo en comisiones ha resuelto en la práctica la necesaria delegación operativa del todo en las partes, aportando la agilidad necesaria para buscar y desarrollar perspectivas al conjunto desde la especialización de las tareas de cada uno, libremente asumidas, y siempre sometidas finalmente al consenso de todos. De la fortaleza de estas comisiones y de la cuidadosa puesta en común de sus avances para que aporten la quintaesencia de su trabajo a la asamblea sin separarse de ella ni segregar liderazgos inútiles y dañinos depende y dependerá sin duda la evolución de nuestro movimiento.

Así las cosas, hemos entrado en una segunda fase de nuestro movimiento en el que las acampadas han cedido terreno a intervenciones de otros géneros. Siendo cada asamblea soberana, como siempre hemos defendido y seguimos defendiendo, en cada lugar nos ocupamos de los objetivos que nos preocupan y que interpretamos preocupan también al conjunto de los ciudadanos de nuestro entorno. La acción de Barcelona para denunciar la impostura del Parlament votando unos "recortes" que no figuraban entre sus compromisos electorales, es decir engañando al pueblo que les puso en ese lugar, o las intervenciones de Madrid, Valencia y otras asambleas para frenar los infames deshaucios con los que los Bancos se cobran con beneficios las secuelas de la crisis que ellos mismos crearon, son buena prueba de esta afirmación. Han sido y son todas ellas acciones necesarias y positivas que demuestran al resto de los ciudadanos nuestro compromiso con la verdadera justicia y con la moral política que debe defenderse e imponerse frente a tantos vividores profesionales de la cosa pública pero..., ¿son suficientes?

Conviene ahora echarle una ojeada al conjunto de nuestro pueblo. Recientemente, un par de estudios de opinión sorprendían a todos situando, entre el conjunto de los ciudadanos españoles, el ámbito de simpatía y aprobación del 15M en una horquilla que abarcaba desde el sesentaytantos al ochentaytantos por ciento. Corregidme si me equivoco en el dato, pero lo que está claro es que la rebelión de los descontentos, el conjunto de nuestro movimiento 15M, recibe desde el resto de la población un reconocimiento y una aprobación generales que para sí los quisieran los políticos clásicos y los partidos al uso. Como se dijo en Madrid, ellos, esos millones de ojos que nos miran, son lo verdaderamente importante de nuestro movimiento (sin contar con que el resto del mundo también nos tiene bajo la lupa de su curiosidad y sus necesidades). ¿Comprende bien este pueblo simpatizante nuestras acciones puntuales? ¿Les parecen suficientes? ¿No espera nuestro pueblo más de nosotros?

Cierto que movilizaciones como la del 19J contra la firma del Pacto del Euro y por la Democracia Participativa, la Transparencia Política y la Reforma de la Ley Electoral, y las tantas que nos aguardan en el otoño caliente que vendrá sin duda, contribuyen y contribuirán a cambiar las cosas. Pero las preguntas del millón continúan siendo las mismas: ¿responden estas movilizaciones a todo lo que nuestro pueblo necesita de nuestro movimiento? ¿Les basta con las protestas o buscan en el 15M una solución a todo eso que denunciamos y con lo que se manifiestan de acuerdo? Otra reciente encuesta sitúa en el ámbito de personas que han participado activamente en el 15M de alguna manera a más de seis millones y medio de españolas/es. Por eso yo, al menos, sí percibo que nos miran, que han asumido que nuestras denuncias tienen base real y que son justas, que coinciden con el sentir general. Pero percibo también con mucha claridad que nos piden más, mucho más que algaradas y batallas puntuales. Algo que vaya más allá de las movilizaciones, por muy justas que les parezcan. Nos piden soluciones. Nos exigen respuestas.

Por otra parte, no soy capaz de imaginar hasta qué punto puede resultar cualquier poder político estatal sensible a nuestras movilizaciones, entendidas como elementos de presión popular susceptibles de provocar cambios y transformaciones positivas en las leyes o en sus actitudes. Las posibilidades de cambio de la sociedad que sufrimos por otra mejor, gracias a las concesiones del sistema, no aparecen en mi horizonte de lo posible. Sencillamente, no me las creo. Como tampoco encuentro la manera de creerme las palabras del viejo Hessel: "...confiemos en los que han sido regularmente elegidos y pidámosles que tengan plena conciencia de la indignación provocada y tomen medidas para satisfacer a los que sufren", sencillamente porque no las veo viables aquí y ahora. ¿Alguno se puede imaginar a Rajoy o Zapatero simplemente reconociendo en público que el concepto de la democracia que llevan aplicando más de treinta años no es el fetén e impoluto? ¿Alguien se cree a Rubalcaba mientras con una mano nos acaricia y con la otra nos reprime? ¿Alguien les ve a cualquiera de los tres asumiendo cariacontecidos los enormes errores de esa democracia suya que denunciamos y caminando después por la senda de "satisfacer a los que sufren"? ¿Qué tendría que pasar en España para conseguirlo? ¿Cuántas huelgas generales para que no aplicaran el Pacto del Euro o los que vendrán luego? ¿Cuantas movilizaciones de millones de ciudadanos para que cambien la Ley Electoral, o la del Patrimonio, acaben con el fraude fiscal, la impunidad de los especuladores financieros o bajen el IVA? Puede que seamos capaces de conseguirlo, podría ser inclusive que la gente saliera masivamente a la calle un día a través de nuestra movilización y ejemplo. Pero, y siento decirlo aunque es lo que pienso, ni en el mejor de estos escenarios posibles consigo imaginar siquiera a los gobernantes españoles tan presionados como para plantarle cara al sistema, negándose a aplicar las sibilinas imposiciones políticas del Banco Central Europeo, o las del FMI, o ni siquiera soslayando los rigores de las agencias privadas de riesgo para con la Deuda española. ¿Alguien podría convencerme de lo contrario?


la apertura roteña

Lamentaría si acaso la lectura de esta introducción repleta de dudas pudiera haber descorazonado a más de uno. No era mi intención, desde luego, al escribirlo. Antes bien, si me ha parecido necesario dar forma a estas ideas-marco arriba desarrolladas es, precisamente, porque creo que disponemos de una poderosa alternativa. De un arma de lucha definitiva que podría conseguir dar los primeros pasos reales para esa profunda transformación del entorno político/económico que sufrimos, desde el mismo corazón del sistema. La he llamado la apertura roteña, luego os contaré por qué. Paso ahora a describirla con pelos y señales, aunque permanezca abierta en canal a todo género de modificaciones puesto que se trata de una radical propuesta política dirigida a nuestras asambleas. En definitiva, no se trata ni de continuar exclusivamente con acciones en las calles, ni de convertirse en un partido político, sino de desarrollar una tercera vía paralela para avivar el combate y acercarnos aún más a nuestro pueblo. Al tema.

Aunque ni somos ni queremos ser un partido político, como antes dejé claro, me he preguntado qué es lo que nos impediría segregar una plataforma electoral ciudadana y presentarla a la generales del 20N. No solo no creo que haya nada que nos lo impida, sino que en mi opinión ésta sería la respuesta contundente que los ciudadanos nos están exigiendo y, a la vez, una propuesta arrasadora. No hablo para nada de cambiar el movimiento, ni de transformarlo en un partido "mejor que los otros", ni de renunciar a la naturaleza exclusivamente asamblearia del mismo, ni de olvidarse de la horizontalidad y la ausencia de protagonismo (todo ello claves irrenunciables del movimiento de los indignados del 15M), sino exclusivamente de dotarlo de un brazo circunstancial armado de razones al servicio, precisamente, de nuestro movimiento asambleario. No es mi idea, por tanto, modificar un ápice lo obtenido hasta ahora en cuanto a democracia directa, sino extender un palmo más allá el trabajo de las Comisiones segregando una especial con el objetivo de ofrecerles a los pueblos de España la alternativa política dentro del sistema que percibo echa de menos cuando nos mira. El cambio auténtico. La tormenta perfecta.

¿Quiénes y en qué condiciones? Naturalmente, no propongo un partido, ni una supraorganización al uso. Mi propuesta es que las asambleas se doten de una Comisión Electoral, sin poder alguno, con personas que acepten el compromiso público de presentarse a las elecciones generales con el fin único de alcanzar para el pueblo unos objetivos específicos. Algo así como una comisión de notables que no se presenten a las elecciones para gobernar el país, sino para cambiar sus leyes y disolverse luego como el azúcar en un café. Un grupo de mujeres y hombres buenos, honrados, fiables, comprometidos por escrito a cumplir a rajatabla con las condiciones que les señalen las asambleas y dispuestos a transformar a nuestra demanda la legalidad vigente, incluida la necesaria modificación de la Constitución si así se lo encomendamos. Un grupo selecto de personas honestas, independientes de corazón, con la vida resuelta y afán de servicio al pueblo, que renuncien a sus emolumentos y prerrogativas, hagan públicas sus finanzas y las de sus familias, no viajen en coches oficiales y se desplacen en bicicleta o utilicen trasportes colectivos, vuelen en clase turista y rechacen las escoltas. Un núcleo de ciudadanos expertos en su campo profesional, un elenco de notables intachables, preparados y dispuestos a poner sus conocimientos y su vida por un lapso de tiempo limitado al servicio auténtico de la colectividad pero, sobre todo, comprometidos con la idea de ser (y no poder ser otra cosa) instrumentos voluntarios del movimiento de los indignados del 15M. Su tarea: cambiar las leyes actuales por otras que permitan que la democracia vuelva a ser el gobierno del pueblo, romper en mil pedazos el bipartidismo y demostrar que cualquier cambio es posible si así lo decide el pueblo soberano. ¡Qué lección para el mundo!

Por concretar, y sin ánimo de proponer sino de iluminar con algunos ejemplos el posible contenido de mi propuesta, pienso en personas como José Luis Sampedro o tantxs otrxs, a este tipo de gente me refiero siempre que estuvieran, claro, dispuestos a esta gloriosa pero brutal entrega y sus fuerzas, edad y salud se lo permitieran. Ahí sería nada: por una parte, nuestro movimiento asambleario interviniendo, en plenitud, en la movilización de los indignados de España entera, extendiéndose, actuando y consolidando desde la base la democracia real en la que los ciudadanos deciden su propio destino..., y, por otra, de su mano y siempre en su mano, una alternativa electoral honesta y limpia, precisa y de duración limitada, una comisión de notables comprometidos dispuesta a hacer realidad las modificaciones legales que acerquen la triste España de hoy a la feliz España que queremos construir entre todos. ¿No os parece tan hermosos como posible?

Podría seguir horas desarrollando los más mínimos detalles de esta idea, pero prefiero hoy dejarlo aquí, una vez descargada la bomba y cebado su espoleta: el inquietante ¿qué hacer? no era cambiar nada, sino añadir una nueva línea de trabajo a las que estamos desarrollando y dotarnos a la vez de un arma aterradora para nuestros enemigos y repleta de esperanzas para nuestros pueblos, a la que llamé la apertura roteña porque, de alguna manera, me recordaba que, en el juego del ajedrez, solo con la apertura se define la partida y roteña porque la fui dando vueltas en la Villa de Rota que es mía desde hace unos años, charlando con otros miembros de su entusiasta asamblea y dándole forma en mi mente en la playa, mirando al mar y con las rodillas hundidas en el Atlántico, que me lo ha recomendado el médico.

sábado, 6 de agosto de 2011

palabra de Julia

Me llega por vía segura este implacable testimonio de Giulia Tamayo, una observadora de Amnistía Internacional, acerca del brutal comportamiento policial en la noche del 4 de agosto. Mientras Rubalcaba sigue mintiendo, estos son los testimonios verídicos que hay que difundir.

Pedro,
Te pido que circules estas líneas que responden a mi deber ético elemental de dar testimonio sobre los abusos cometidos por las fuerzas de seguridad hoy 4 de agosto frente al Ministerio del Interior en Madrid. Lo hago desde mi condición de defensora de los derechos humanos cuyo ejercicio he buscado honrar en diferentes lugares del planeta. Lo ocurrido esta noche es un escándalo. Se ha tratado de un operativo de castigo contra manifestantes pacíficos e indefensos en el marco de una movilización ciudadana que viene recorriendo las calles de Madrid tras la ocupación policial de la Puerta del Sol con el impedimento de la libre circulación de las personas. Cabe anotar que desde la ocupación policial de la Puerta del Sol se venían requiriendo documentos de identidad selectivamente a jóvenes que respondieran al perfil que las fuerzas de seguridad se han hecho de "los indignados". Ello lo pude constatar presencialmente. Tras observar dicha práctica policial (deformación que tengo de investigadora de abusos de derechos humanos), pedí a los policías en uno de los casos que pude observar directamente que me respondieran por qué a dicho joven y no a otras personas les requerían documentos, a lo que respondieron con malas formas, exigiéndome finalmente a mí identificarme, además de advertirme de que mi pregunta era un delito. Uno de los policías ensayó como explicación que a algunos ya los tenían en la mira por haber participado en las marchas. Con toda la prudencia debida expresé que el ejercicio de un derecho constitucional no es un delito. Con la mayor paciencia del mundo procuré informarles que lo que pretendía era que no cometieran las Fuerzas de Seguridad un delito. Mi rol era de colaborar con el respeto al Estado de Derecho. Al parecer un mando recuperó la cordura y aunque nos obligó a todos a marcharnos, frenó la agresividad de sus subordinados. El día de hoy al medio día, estuve nuevamente en la Puerta del Sol y pude conversar con algunos policías. Observé su enorme desconocimiento de los derechos constitucionales y me ofrecí a aclararles algunos puntos. Alegaban que la constitución española debía sujetarse a no sé qué leyes (con rimbombancia decían que eran orgánicas) además de otras disposiciones de la administración. Respondí en el lenguaje mas pedagógico posible que era al revés. Anoté que no estaban obligados a acatar órdenes ilegales. Aunque sus rostros expresaban desconcierto ante mis palabras, ensayaron las respuestas mas insólitas como que el movimiento de los indignados era de izquierda radical. Desde luego, desconozco como función de la policía calificar y perseguir las ideas, sin embargo al parecer algunos policías no lo ven claro. Esta noche pude constatar qué tan lejos pueden llegar algunos policías cuando reciben órdenes de cargar contra manifestantes pacíficos. En la marcha que se detuvo ante el Ministerio del Interior habían además de jóvenes, un número apreciable de personas mayores y personas con niños. Acompaño dichas marchas no solo por convicciones personales respecto de su legitimidad, sino por carácter pacífico, en donde además puedo encontrar a muchos de mis alumnos universitarios a los que enseño las normas y mecanismos de los derechos humanos y de los que he aprendido enormemente. He tenido el privilegio de acompañar a esta generación de excepción que ha cristalizado un movimiento como el 15M. Nada mas ilusionante para mí que acompañar a jóvenes que se movilizan con medios legítimos para hacer los derechos humanos realidad. Nada me hacía presagiar que la policía cargaría haciendo uso de la fuerza en forma totalmente desproporcionada. Pese a que los manifestantes coreaban como forma de protección y autocontención colectiva "No a la Violencia" con las manos alzadas al cielo, al parecer la suerte ya estaba echada por parte de las Fuerzas de Seguridad. Al encontrarme en primera línea frente al despliegue policial procuré hacerles razonar con serenidad de que no emplearan la violencia. Les hice saber que habían niños pequeños y personas mayores, incluidas personas discapacitadas. Fue inútil, las palabras no funcionaban. Me dejaron parada hablando ante sus furgonetas mientras aporreaban de manera indiscriminada a todos los manifestantes. Portaban armas para disparar proyectiles de goma. A los que corrían los perseguían hasta alcanzarlos para darles palizas en el suelo. Impedían que los sanitarios atendieran a los heridos. Las cargas se sucedieron para crear terror. Un grupo residual que permanecimos próximos a la estación de Metro de Colón, vimos y sufrimos con impotencia una última carga con nuevas personas aporreadas y heridas. Si el descomunal despliegue de policías ya revestía manifiesta desproporción, la violencia ejercida contra los manifestantes solo puede ser calificada como una operación de castigo contra personas indefensas por el solo hecho de manifestarse. Quisiera creer que esto no está sucediendo en España pero me ha tocado ser testigo presencial y no puedo permanecer callada. Confío en que la sociedad española exija las responsabilidades que correspondan. Quien no quiera enterarse de estos hechos, los pretenda negar o encubrir falseando lo sucedido debe tener presente que en su opción está su penitencia. El abuso contra los derechos humanos de una sola persona es una amenaza contra todos. Las campanas doblan y no parece ser que lo hacen por la próxima visita.

Giulia Tamayo